«era de los que abría la ventana cuando empezaba a llover, cerraba los ojos sin esperar nada, disfrutaba del olor que gota a gota emanaba de la tierra al irse humedeciendo… la tarde simplemente se detenía… el sonido del tabaco ardiendo… la taza de té humeando y de fondo… de fondo aquel tango que nunca dejó de sonar… que nunca lo abandonó… porque así era su alma… como esa tarde que nacía a la orilla de su ventana…»